Fuente: https://cantarinobrasileiro.com.br | Por Elias Sfeir - Presidente de la Asociación Nacional de Oficinas de Crédito (ANBC)
Como representante de ANBC y miembro del ICCR del Banco Mundial, he participado en diversos eventos internacionales y un tema ha ocupado un lugar destacado en la agenda: el concepto de Crédito Transfronterizo en el escenario financiero global, impulsado por la creciente integración económica y la expansión del comercio internacional. Este tipo de crédito, que permite la concesión de financiación entre países, se está consolidando como un vector estratégico para la transformación financiera global.
Para que te hagas una idea del volumen, en 2024, el volumen mundial de crédito bancario transfronterizo alcanzó los 32,6 billones de dólares, destacando el crecimiento en economías emergentes como Asia (+47.000 millones de dólares) y África y Oriente Medio (+14.000 millones de dólares). Estas cifras no son sólo indicadores financieros, son señales de que el acceso al crédito es cada vez más democrático, más conectado y más inclusivo en todos los continentes.
Iniciativas como la de la empresa fintech estonia Mifundo, en asociación con Experian, El programa de portabilidad de datos de la Comisión Europea ya permite a los ciudadanos llevarse consigo su historial crediticio cuando se trasladan a otro país, lo que abarca 70% del territorio europeo. Esta portabilidad de datos representa algo más que eficiencia: es la libertad de llevar consigo su reputación financiera allá donde vaya. Los bancos que han adoptado esta solución informan de una reducción de siete veces en los impagos y un aumento de 15% en el volumen de negocio.
En América Latina, Brasil ha atraído crédito internacional para el sector industrial, mientras que México y Chile avanzan en la modernización normativa.
También destacan ejemplos en Asia: el Corea del Sur permite a más de 70.000 filipinos residentes utilizar su historial crediticio en el país de origen para acceder a la financiación local. E en la India, el sistema UPI procesa más de 15.000 millones de transacciones al mes, El sistema es totalmente interoperable, con coste cero para el usuario e integración con sistemas como PayNow de Singapur, un ejemplo de cómo la tecnología puede ser un aliado de la inclusión.
En África, empresas como la sudafricana Atlas Finanzas operan en países como Lesotho, Namibia y Mozambique, promoviendo el acceso al crédito con responsabilidad e impacto social.
En el Pacífico, el Banco Mundial prepara un proyecto regional para hacer frente al declive de los servicios bancarios por correspondencia, fomentando los FPS y la inclusión digital. Y en los Balcanes, las reformas legales y la adopción de códigos QR y FPS. redujo el coste de las remesas de 8% a 6,8% y aumentó el uso de los pagos digitales hasta 145%.
La digitalización ha sido el motor de esta transformación. Tecnologías como blockchain, inteligencia artificial y API abiertas agilizan el crédito, segura y accesible. El uso de identidades financieras portátiles, como el Identificador de Personas Jurídicas (LEI), se está promoviendo en todo el mundo para facilitar el cumplimiento, el CSC y la interoperabilidad. La norma ISO 20022, ya adoptada por más de 140 jurisdicciones, debería ser obligatoria en noviembre de 2025., fomentar la normalización y la automatización de los mensajes financieros.
El G20 ha fijado objetivos ambiciosos para 2027El objetivo es reducir el coste medio de las remesas a menos de 1%, garantizar que 75% de los pagos se realicen en una hora y ampliar el acceso a al menos tres opciones de envío y recepción por país. Aún queda camino por recorrer, ya que el coste medio de las remesas se sitúa en 6,4% y sólo 33,5% de los pagos minoristas se liquidan en una hora, pero los avances son visibles e irreversibles.
En este escenario, las agencias de crédito desempeñan un papel esencial. Son ellos los que garantizan que la confianza viaje con las personas, que los datos se utilicen de forma responsable y que el crédito sea un puente. ANBC, como organizador de buenas prácticas en el sector, tiene un papel estratégico en la construcción de un ecosistema transfronterizo más justo, eficiente e interoperable.
El futuro del crédito internacional será digital, colaborativo y centrado en el ciudadano. Y ya ha empezado a construirse, con datos, tecnología y, sobre todo, propósito.